Coldplay Review

Después de dos noches de Coldplay en Espacio Riesco ya entendemos que se trata de un grupo que no juega al riesgo que una "live perfomance" implicaría, no dejando nada al azar y al parecer muy acomodados a una plantilla de show que les ha dado resultados en todo el planeta por el período ya de dos años. Un dato revelador: los conciertos que dieron el arranque a la gira norteamericana en promoción del entonces recién lanzado X&Y -invierno 2005- eran prácticamente idénticos a los que hemos visto estos días de verano 2007 Chile.

En definitiva el vivo de este cuarteto londinense son shows de 75 minutos, 16 temas con mínimas variaciones entre las que las que se contarían incluir Green Eyes en el segundo show y sacar Trouble, algo que no se puede entender por lo demás. Como también lo es el no tocar de plano hits como Shiver o The Hardest Part.

Coldplay es un grupo que -muy entendible- se acomoda en su estatus de mega banda con aura de grandes compositores del nuevo siglo, sus canciones (todas ellas composiciones grupales) son ciertamente un perfecto cancionero de pop rock las cuales más encima irradian belleza y luminosa lucidez. Una banda comandada por un tipo carismático como Chris Martin quién en sus actividades extra-musicales desliza un dejo de conciencia política. Perfecto guión para una banda perfecta. Pero a veces lo perfecto no es todo lo correcto.

Con Coldplay lo que escuchas en el disco es lo que ves en el show, al menos sabes que tanto "hype" al respecto a los grandes zapatos que el grupo calza se puede entender. Desde la partida predecible ahora de Square One "From the top of your first page/ To the end of the last page/ From the start in your own way/ You just want somebody listening to what you say". Y ahí estábamos todos escuchando a Chris quién atacaba el piano apoyado de esa sólida base de Guy Berryman en las cuatro cuerdas y armonizado por el etéreo trabajo de un cada vez más reminiscente de The Edge (U2) en la guitarra, Jon Buckland.Cuando entra el primer hit del show, Politik del A Rush of Blood to the Head, es el público en una catarsis controlada el que canta "Open up your eyes" mientras la banda era flanqueda por una explosión de luces rojas y blancas dignas de 2001 de Kubrick.

Con muy cortas pausas entre temas se descuelgan luego con tres hits al hilo, Yellow, Speed of Sound y God Put a Smile..., que en sus re-encarnaciones sobre el escenario hacen destacar el muscular trabajo de Will Champion en batería. Fue en este momento en ambos días en que oleadas de aprobación que emanaban de las 5 mil personas hacían que el show ya alcanzase un clímax. Fue algo precoz el orgasmo porque de ahí en adelante la misma construcción del show lo hizo decaer un tanto para recién volver a remontar en el bis del grupo que se construye con la tirada de tres hits consecutivos In My Place, Talk y Fix You.

La voz de Martin no deja de ser un punto a abordar, en al medida en que el show se desarrolla nos damos cuenta que el tipo se cuida de sobremanera. Con una modesta vocalización zafa todo el show evitando los pasajes vocales complicados, Talk es el mejor ejemplo de como arregla con una octava abajo el impasse de no pegarle a las notas como lo hace en el estudio. Ahora en su performance como líder-de-la-banda ha mejorado comparándolo con lo que era el disco Parachutes en el que se escondía tras el piano.

Un punto alto del show por lo inusual que resulta es Till Kingdom Come, una canción en homenaje del country rock americano tipo Johhny Cash que lleva al grupo a juntarse en su mismo metro cuadrado para interpretar una melodía memorable.

Con todo lo dicho el show de Coldplay es uno que se disfruta pero que carece de la energía vital que aún mueve a U2. Y la comparación no es gratuita porque hay demasiados guiños a la banda irlandesa partiendo por el desplazamiento escénico a la Bono de Martin y terminando por el rol secundario pero imprescindible de los otros tres. Ahora también es cierto que Coldplay nunca ha escondido ese hecho, se sienten muy confortables en esa posición.